Todos los días uso el transporte público para llegar a la escuela, porque por una u otra cosa no he aprendido a manejar y no serviría de mucho porque ni carro tengo. Cabe aclarar que no es muy necesario debido a que ya cualquier persona y sin ser mayor de edad conduce camiones, combis y carros particulares.
Mi queja de hoy no está dirigida a estos conductores mal
educados y sin conocimiento del reglamento de tránsito, sino a los usuarios que
sin duda se comportan igual o peor que los “camioneros”.
En mi experiencia, las personas se quejan de todo pero ellas mismas generan
dichos problemas, tengo un montón de
cosas que decir no obstante lo más relevante e importante a mí parecer es: el tirar
basura en la vía pública. A todo esto tal vez se pregunte qué tienen que ver los
usuarios del transporte público con la basura. Esto es lo mismo que me
pregunté; me puse a pensar en por qué se
inundan las calles, encontré que era por la basura que obstruía las coladeras;
después pensé cómo es que llega la basura ahí y como una respuesta inmediata encontré
que las personas tiran desde la ventana de su carro o cuando vienen en transporte
público la basura de algún dulce, papel entre otras tantas posibilidades.
La semana pasada y en muchas otras ocasiones, como
siempre al salir de la escuela para llegar a mi casa, debo usar el metro y una
combi. Sin embargo del metro no me puedo quejar porque ya suficiente tiene con
llevar a miles de personas a sus hogares, pero de las combis sí. Continuando
con mi relato, subí a la combi como de costumbre, esperé a que se llenara
porque no avanza hasta estar completa. Entre
todos los pasajeros podías ver a quien estaba escuchando música a todo volumen,
el que comienza a dormirse, alguien que va leyendo un libro, el que mira feo a
todos y por supuesto los que van platicando, pero con el pequeño detalle de que
ellos subieron comiendo una torta de
tamal y su atole.
Ellos se ubicaron frente a mí, pero no había notado que a
mi lado estaban dos jovencitas, una comiendo una hamburguesa y otra una
gordita. ¡No podía creerlo! eran casi las 10:30 de la noche y toda esa gente
dejaba en la combi, un olor espantoso de comida que combinado todo daba
un asco que mejor ni les cuento, para colmo nadie abría las ventanas porque ese
día hacía demasiado frío.
Esto no es lo que me molesta, ya que después de un rato
te acostumbras a ese olor repulsivo de grasa. Lo que en verdad me hizo enojar
fue que aquellas personas que tomaban su atole, abrieron la ventana solo para
aventar su vaso y servilletas a la
calle. No quiero imaginar la cara que puse al ver lo que había sucedido, pero eso no termina aquí porque tengo la mala costumbre de decir en voz alta
lo que pienso. A causa de esto dije algo así: “que gente tan puerca”,
afortunadamente esas personas no me escucharon porque no imagino su reacción
pero supongo que se hubieran enojado; por otro lado los demás por cómo me
miraron creo que sí oyeron lo que dije.
Sin embargo hubiera preferido que lo hicieran porque ellos
necesitan saber que esas acciones no son las apropiadas y mucho menos cuando
sabemos que en cualquier momento puede llover tanto que se inunde y obviamente las coladeras terminarán tapadas
por toda esa basura que consciente o inconscientemente tiran esas personas,
debido a su flojera de no esperar y
encontrar un bote de basura para depositarla ahí.
Esto lo he visto muchas veces y sé que no cambiará, es
más creo que ya hasta me acostumbré. Porque
es mejor echarle la culpa a los demás siendo nosotros las víctimas de esos
problemas, que sin duda generamos por nuestras malas acciones y que nos afectan
directamente.